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-Buenos días, pase y túmbese. Échese aquí, por favor. Ahora, hábleme sobre usted. -Me llamo Julio Hernández. Tengo 54 años, nací en Sevilla y trabajo en la Universidad de Granada. Soy profesor de Derecho Civil Patrimonial en la Facultad de Ciencias Empresariales. -¿Cuántos alumnos tiene? -Unos 850, aproximadamente. -Y, de esos, ¿cuántos han aprobado? -27. -¿No es ése un porcentaje muy bajo de aprobados? -Ya lo sé, pero es que a mí me tienen que hacer los exámenes perfectos. -¿No es eso exigir demasiado? -Sí, pero a mí me putearon mucho de estudiante y ahora puteo yo. -¿No cree que eso es sólo una excusa? -Me da lo mismo lo que usted piense. -Bueno, pero volviendo sobre lo mismo, ¿cómo tiene que ser un examen para que sea perfecto? El derecho no son las matemáticas. -Pues..., me tienen que decir exactamente lo que dice mi libro. -¿Su libro? ¿Se refiere a éste? -Sí, ése es. -¿Este en el que en cada edición cambian las tapas, pero no corrigen los errores de ortografía ni de sintaxis? -Sí. -¿No cree que eso perjudica al estudiante? -Sí, pero como ya le he dicho, a mí me han jodido mucho y ahora soy yo el que da por el culo a los demás. -O sea, que si un alumno quiere aprobar, tiene que tener su libro. -Exactamente. -Y, la verdad, cuesta bastante caro. -Pues sí. Estoy ganando un bonito dinero con el libro... -¿Y no cree que el comprador se merece un mínimo de calidad en su producto? -¡No cree! ¡No cree! Yo hago lo que me da la gana. El que quiera comprar mi libro que lo compre, y el que no, que no lo compre. ¡Y ya está! -¿Cómo es su relación con el alumnado? -En clase, yo hablo y ellos escuchan. Ya está. -¿No van a su departamento? -No. Bueno, alguna vez acude alguna chica en busca de un aprobado. ¡Putas! -Y usted, ¿acepta? -Por supuesto. Normalmente las que vienen a eso están muy bien. No se puede desaprovechar. -¿No tiene mujer? -Tenía. Hace varios años que nos separamos. -¿Por qué? -Se enteró de que le estaba engañando con una profesora de mi departamento. -¿Sabe por qué está aquí? -Bueno, lo último que recuerdo es que me atropelló un coche a la salida de la facultad. Perdí el conocimiento y al despertarme me han mandado aquí. -Bueno, ...le tengo que dar dos malas noticias. La primera, que está usted muerto; y la segunda, que va a ir al infierno. ¡El siguiente!
Sadi
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